En las últimas semanas, cientos de escuelas técnicas de todo el país demostraron gran capacidad de generar acciones de compromiso social, interactuando con los sistemas de salud y seguridad mediante la entrega de elementos de protección para sus agentes. La herramienta técnico-pedagógica que permitió está posibilidad es la impresión 3D. En momentos críticos para el sistema educativo, donde la pandemia ha obligado a reinventar procesos y metodologías, vale la pena reflexionar sobre cómo ella ha logrado facilitar la incorporación de nuevas tecnologías en procesos de enseñanza-aprendizaje.
La impresión 3D provoca una marcada apertura mental en el alumno
El gran aporte de las impresoras 3D es su capacidad para materializar, transformar ideas y proyectos en objetos reales. Esta funcionalidad provoca una marcada apertura mental en el alumno, ya que debe resolver los posibles obstáculos que surgen en el mundo físico e innovar hasta alcanzar el objetivo establecido. El estímulo y la adquisición de estas aptitudes, que transforman los problemas en soluciones, preparan a futuro a los estudiantes para un mundo laboral que demanda conocimientos y habilidades productivas para diseñar soluciones a medida. Cada día más, las impresoras 3D se introducen en el ámbito profesional. Por eso, en un futuro cercano más del 50% de las empresas necesitarán contar con equipos de estas características para funcionar. Las impresoras 3D convierten la experiencia del aprendizaje en un proceso mucho más lúdico, creativo y participativo. Algunas escuelas, incluso, han creado espacios comunes para utilizarlas. En ellos, los estudiantes pueden explorar y experimentar de manera colectiva su potencial. La posibilidad de aprender a través de la práctica y ver el resultado concreto de sus diseños, despierta mayor interés y motivación en los jóvenes. Campos como ciencias, tecnología, ingenierías y matemática tienen en las impresoras 3D grandes aliadas, ya que permiten trasladar a un escenario real conceptos que, en ocasiones, son difíciles de explicar. No obstante, y a pesar de que su uso está generalmente asociado otras asignaturas, las impresoras 3D también pueden utilizarse en áreas como geografía o historia para recrear mapas o lugares.
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Diversas experiencias han demostrado que el uso de este tipo de impresoras en el ámbito educativo fomentan la interacción entre diferentes materias, espacios curriculares y especialidades. Promueven también, sin ningún tipo de dudas, el trabajo en equipo. Contar con una impresora 3D en escuelas secundarias permite a los alumnos descubrir las posibilidades que tiene diseñar en tres dimensiones y lo sencillo que puede llegar a ser materializar, a través de ellas, una idea. Esto implica un gran cambio de mentalidad, promueve la creatividad estudiantil, ayuda a aplicar e integrar conocimientos y habilidades que, en la educación tradicional, no eran sencillos de asociar.
Contar con una impresora 3D en escuelas secundarias permite a los alumnos descubrir las posibilidades que tiene diseñar en tres dimensiones y lo sencillo que puede llegar a ser materializar una idea.
Entre los aspectos que dificultan su adopción en las aulas, el más importante, es el desconocimiento por parte del docente, que necesita, previamente, de la formación adecuada para poder sacarle partido a esta nueva tecnología, introducirla en el aula como una nueva herramienta de enseñanza, encuadrarla dentro de temáticas curriculares diversas y aplicarla de manera específica a cada materia. La capacitación debe brindar a los docentes conocimientos relativos a los alcances pedagógicos que tiene la tecnología 3D y, por otro lado, entrenarlos en las ejecuciones prácticas que brindan las impresoras 3D. Asimismo, para que este cambio de paradigma no dependa sólo del esfuerzo individual de algunos docentes más proactivos y que tenga un impacto significativo en la formación del alumno, es fundamental incorporar la tecnología 3D al Proyecto Educativo Institucional, integrarla al desarrollo curricular y contar con impresoras 3D en las aulas.
En la Argentina, en el año 2019, se distribuyeron 5400 impresoras 3D en las escuelas de educación técnica de nivel secundario y en los centros de formación profesional. Esto, y la formación de 6 mil docentes en enseñanza experiencial y diseño, ha convertido a nuestro país en pionero en Latinoamérica en la conexión de la impresión 3D con el sistema educativo. Gracias a este enorme logro colectivo y a la base establecida por la gestión gubernamental, durante estos primeros meses de 2020, los distintos estamentos estatales pertinentes, junto a las instituciones educativas de todo el país, han sostenido y profundizado el desarrollo, articulando algo muy anhelado: educación, compromiso con la comunidad y preparación para el mundo del trabajo.
*Secretario General de la Universidad Nacional de San Isidro Raúl Scalabrini Ortiz (UNSI). Ex Director Ejecutivo del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET).